viernes, 3 de septiembre de 2010

LECTURAS Y ESCRITURAS VIVIDAS UNA FORMACIÓN DE SENTIDO

Como dice el adagio popular “recordar es vivir”. Esta actividad devuelve a mi mente muchos y muy bonitos recuerdos, al observar las fotos, algunos pocos libros, mi vida de infancia, de colegio, de juventud, fueron épocas maravillosas llenas de fantasías, de juegos, de picardías pero también de cosas un poco tristes que marcan nuestras vidas de alguna forma: de niña vivía con mis padres en una pequeña finca, nunca tuve una muñeca, pues mis juguetes siempre fueron vajillas plásticas y yo era feliz jugando a la comida con mis hermanos y familiares.
A los 6 años ingresé a la única escuela que había por aquel lugar, me tocaba caminar una hora desde mi casa, pero yo estaba muy ilusionada, pues quería aprender a leer y escribir, al llegar a la escuela ese primer día sentí una gran tristeza, el profesor era un señor flaco, alto, de cabello largo estilo años 60, de bigotes y patillas, su ropa era el típico reflejo de la época botas de tacón, pantalón bota campana, serio y en su mano una regla grande de madera la cual no soltaba, nos sentó a los de primero en la dichosa banca del burro: que porque eso éramos, el tiempo fue transcurriendo y según los avances iba pasando a los niños a otra silla, los que no aprendíamos seguíamos en la banca del burro, a esa edad no recuerdo que mis padres me hubieran castigado como lo hacía este profesor, por cualquier cosa nos pegaba hasta dejarnos las marcas, nos tiraba lo que encontraba entre eso l almohadilla llena de tiza en la cara.
Yo soy zurda y en esa época la mano izquierda era del diablo y yo debía aprender a manejar mi derecha sobre todo al escribir, se me dificultaba mucho y el profesor vivía pendiente de mí para pegarme en la mano con la regla de madera, sentía mucho temor de escribir, pero al fin logré al menos adiestrar mi mano derecha para escribir y es lo único que hago con esta mano, desde ahí empezó mi frustración por la escritura, me daban miedo los libros y me volví una niña muy tímida, aquella alegría por aprender a leer y escribir había desaparecido y nada de eso quedaba en mí.

A los 7 años me tocó repetir primero con otra profesora igual de brava al anterior, ésta nos arrastraba de las orejas por el salón cuando no leíamos lo que ella escribía en el tablero y nos mandaba para la silla del burro. En mi escuela no se como ni cuando aprendí a leer y escribir, al ingresar al colegio yo quería ser diferente porque sentía mi inquietud por escribir, le escuchaba a mis compañeras los poemas, los cuentos, las historias que ellas leían y me gustó mucho lo romántico, empecé a escribir poesía y las ideas me fluían muy fácilmente, ayudaba a mis compañeros a reconciliarse con sus novios y novias por medio de mis escritos, de la lectura no tengo tampoco buenos recuerdos, en esta época en sexto, séptimo y octavo la profesora de español nos decía siempre no sabe leer siéntese tiene uno y otros profesores nos castigaban enviándonos a la biblioteca a leer libros viejos y pasados de moda, me leí varias veces el viejo y el mar no porque quisiera sino porque eso era el castigo leer siempre lo mismo.

En mi labor como docente leo y escribo lo que debo, al ingresar a la universidad fue horrible para entender los módulos, hacer ensayos, poco a poco y con la práctica vamos puliendo algunas cosas pero aún quedan las marcas hechas por las personas que tuvieron que ver con nuestra primera etapa escolar.
Hoy se que la lectura enriquece nuestra vida llenándola de sabios conocimientos, me gusta mucho leer poesía, soy y seré muy romántica, a mis estudiantes les leo diario un pequeño cuento como motivación a las actividades del día, los invito siempre a escribir todo lo que quieran y a volar con su imaginación, tengo una pequeña biblioteca en mi escuela y los niños le han sacado el máximo provecho, me agrada verlos en su pequeño mundo de lectores y escritores.

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