Dentro del espacio de la poesía, la música y la pintura, se entrelazan la estética y la ética. Aunque son distintas formas de presentar el arte, las tres en esencia igual, le dan sentido a las cosas, proveen representación a lo abstracto, generan imágenes mentales de lo oculto, provocan sensaciones, predicen, rememoran y relevan hechos asombrosos.
La estética según Martí, conformada por la belleza, la verdad y la bondad; son consideradas por él de utilidad ética para la sociedad, pues ayuda a formar para el bien el espíritu humano.
Afectan el estado de ánimo, hacen pasar de la amargura a la dulzura, del dolor al consuelo, de la tristeza a la alegría, de agotamiento a la euforia, del aburrimiento al interés, de la desilusión a la esperanza, del frio al calor y de la incredulidad a la fe, del exceso de confianza a la duda, ardor a la frescura, del ansia a la melancolía, de la ostentación a la sencillez, del orgullo a la humildad, de regodeo a la inquietud, del sedante al movimiento, de la convulsión a la expiación.
Como anticipo de hechos que generan anhelo, o preocupación, la inspiración del arte, crea nuevos pensamientos y desarrolla verdades en quien lo recibe.
Trae a la memoria emociones pasadas, llenas de luces, que colman el alma humana, pero lo más importante es que libera de la esclavitud al espíritu, evitando la imitación, generando nuevas creaciones, nuevas invenciones, nuevos descubrimientos, pues tal vez el clímax del arte no ha aparecido.
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